He estado 10 días en la playa y, pese a no publicar, podéis ver en la imagen de arriba que me he acordado de vosotras ;) Un día me paré a pensar en lo afortunada que era por poder disfrutar de unos días de desconexión tan prontito ya que no había casi nadie (aunque mis piernas estaban tan blancas que me daba vergüenza, sobre todo cuando te ves al lado de alguien del pueblo) y me vinieron a la cabeza esos pequeños grandes placeres que trae consigo el verano. Nos dan la vida.
- Comer en la playa. Tú, él y la gaviota.
- Ponerte ese vestido que no puedes lucir en la ciudad porque te sentirías "desnuda".
- Hacerte fotografías dignas de revista y parar en mitad del camino porque ni sabemos qué hora es ni nos importa.
- Decorar la terraza. No hay mejor sensación que la de sacar los muebles de verano y añadir un toque especial cada año.
- Hacer maletas. Yo personalmente lo odio porque meto 100 "por-si-acasos" que plancho y luego ni utilizo. Pero significa que tienes todas las vacaciones por delante.
- Comer helado casi cada día y no sentirte culpable porque es lo normal en esta época.
- No tener que pensar qué bolso ponerme. ¡Vivan los capazos!
- Que tu única preocupación sea si tomar el sol boca arriba o boca abajo (jajaja nunca me había parado a pensar en esta expresión.
¿Por qué lo marca la boca y no la nariz? Olvidarlo)
- Escuchar esta canción al caer el sol con un mojito en la mano y en buena compañía.
- Olvidarte del secador y las planchas. Melena al aire y como quede, quedó.
Y lo mejor es que cada verano tiene una historia. Totalmente cierto y eso es lo que lo hace tan mágico, ¿verdad?
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